Te cuento algo que dijo Silvia Freire

Estemos atentas a las situaciones que se repiten. Cada vez que sentimos una emoción ya conocida, una emoción que se repite, cada vez que nos veamos diciendo "otra vez... sopa!" tenemos la posibilidad de reaccionar distinto. De elegir sentirnos de manera distinta. Podemos decirnos a nosotros mismos: "Hoy no voy a sentirme víctima como siempre. No voy a criticar como siempre. No voy a enojarme como siempre. No voy a repetir la forma de reaccionar que siempre tuve. Corrije mi mente, Padre".
Ojo, podemos decir eso, o cualquier frase que nos recuerde que estamos poniendo un stop en la forma de reaccionar habitual. Quieren decir "Lechuga arrepollada"? Ok, le damos. "Lechuga arrepollada"!!! Si sabemos que para nosotros eso significa "Stop! pará, no sigas haciendo lo que hacías siempre" podemos usar esas palabras, o cualquiera! El tema es detener la mente.

Para el camino que elegimos de observarnos, es mucho más fácil vernos cuando explotamos de rabia, o cuando asumimos la pose de víctima, llorando... siempre que estemos en el camino del observador, de observarnos, de conocernos. Eso no sucede en el camino de la señora de acá enfrente que no tiene interés en cambiar. Pero en el camino del observador, si termino roja de rabia, gritando, una vez por día, o llorando una vez por día, en algún momento me podré decir a mí misma "Bueno, basta, dejá de reaccionar así, otra vez lo mismo!"
En esas actitudes que son para afuera es más fácil vernos. Pero... vos escuchaste a tu mente cuando te bañás, por ejemplo? La mente no se detiene ni un minuto. Mientras te bañás, que es un acto mecánico, la mente habla, habla, habla. "me dijo, le dije, entonces yo le digo, ahora hago, y entonces voy, y ahora pongo..."
En esos momentos el observador no está tan atento.
En cambio, a la altura del cambio de autoconocimiento en la que estamos es más fácil vernos en un show de escándalo o de llanto. Pero a solas, internamente, cuando nos estamos peleando (ya sea con el otro o con uno mismo: "claro, sos una tarada, al final yo siempre lo mismo, me dejo tomar por tonta etc. etc.") en ese caso: ¿quién lo nota? ¿Quién nos para? Ahí es donde hay que ser autoridad con uno mismo. Hay que decirse Stop! Corrije mi mente, padre, Ho oponopono... o lechuga arrepollada. Ahí lo que estoy haciendo es detener una cascada química que está regando mis células una vez más.
Porque estoy funciona así: cada vez que una emoción se presenta, el hipotálamo derrama en el torrente sanguíneo un neuropéptido diferente. Hay un neuropéptido asociado al sufrimiento, uno a la impaciencia, uno al amor, uno al temor... Cuando una emoción se repite y se repite, nuestras células se hacen adictas a ese neuropéptido que se libera con esa emoción, de tanto consumirlo. Así que cuando pasa mucho tiempo sin que esa emoción se presente, nuestro cuerpo nos la pide! Literalmente! Y nos lleva a hacer los ajustes necesarios en la realidad para sentir eso a lo que ya somos adictos. O a malinterpretar lo que sucede, para sentir eso mismo tan conocido. No estamos hablando solamente de un estado emocional, estamos hablando de algo orgánico, de neuro biología. Son los mismos mecanismos que la droga gatilla en nuestro cuerpo.

Y cómo hacemos para modificar esto? Informándonos. Viéndolo. (no es lo mismo saber que me enojé porque soy adicta al enojo, que creer que me enojo por lo que él me hace). Y generando nuevas adicciones, positivas, para reemplazar las que nos perjudican. Además, permitiéndonos incorporar esta información, que es nueva para nuestra mente. Yo cuando recibo una información nueva, estoy escuchándola todas las noches de mi vida, incluso cuando me acuesto a la madrugada. En el momento anterior a dormir, lo último que escucho es el CD nuevo. Y si te preguntás cómo hago en cuanto a la relación de pareja, yo espero el ronquido de mi esposo. Y si mientras me desvelo, tengo el mp3 puesto y siguo escuchando estas ideas.

Una alumna comentaba que para eso hay que quererse y ponerse en primer lugar, y ponía de ejemplo a una amiga que se quiere tanto que si quiere escuchar música la pone fuerte (no usa auriculares), y le importa tres pitos de los demás, y le da resultado porque lo hace sin culpa.

Si estamos hablando de libre albedrío, yo preferiría estar en el infierno antes que en la situación de esa mujer. No la juzgo, pero pido por Dios no perder de vista el sentimiento del otro en el momento en que hago algo, o en que le digo algo a alguien. Yo no quiero para mi vida desentenderme de los que amo. No elijo eso. Ella es libre de elegir lo que quiera, pero yo elijo no perder de vista el sentimiento del otro. Quizá tiene que ver con la educación. No sabemos cómo la educaron a esa mujer, y quizá esa es la forma de relacionarse que aprendió en la infancia. Por ejemplo, en mi caso, si alguien habla insultando, yo ni lo escucho, porque esa es la forma en que hablaba mi papá, utilizando esas palabras, a los gritos. Hablaba así normalmente, eso es lo que viví de niña con mi papá.

Me parece que en el caso de mi alumna el problema es que está tomando como modelo el comportamiento de su amiga, y tiene mal archivado el egoísmo de su amiga como "quererse tanto". Esa no es la imagen que yo quiero ver de mí misma. Y no tiene que verse con quererse mucho o no. Yo me adoro, y por eso me resguardo; se que sería muy infeliz si actuara como esa mujer. La persona que sólo puede mirar su propio ombligo, yo no se si es que se quiere; lo que sí se es que es egoísta, y el ego actúa por temor. No creo que sea quererse; creo que es temor. "Mirá, si no me cuido yo, nadie me da bola. Si no me pongo yo en primer lugar, nadie me cuida". Y esa es la base de la idea del ego, de la idea de la separación. Si hay un primero y un segundo, estamos olvidando que todos somos uno. Y que si el otro es infeliz, esa infelicidad a mí también me llega."

1 comentario:

Unknown dijo...

GRACIAS!!! Y YO QUE ANDABA BUSCANDO ESTO! ES UNA GENI SILVIA! NO!?